“Después de Auschwitz, todos somos judíos», escribió Sartre. Pero el neurótico que nos recuerda esta cita desde su periódico blindado olvida que Sartre era un hombre sano, un hombre que no vivía en el trauma originario sino en el curso de la historia, que sabía que después de Auschwitz han corrido, siguen corriendo ríos de sangre, un hombre ante los ojos del cual seguían pasando cosas. Y que por eso también escribió en 1961: «Todos somos argelinos». Y en 1967: «Todos somos vietnamitas». Y en 1975: «Todos somos timorentes». Un hombre sano que hoy, 7 de abril del 2002, mientras Sharon ha cerrado los campos y ciudades palestinas para poder bombardearlas sin que nadie le moleste, hubiese escrito sin duda: «Todos somos palestinos».
“Después de Auschwitz, todos somos judíos», escribió Sartre. Pero el neurótico que nos recuerda esta cita desde su periódico blindado olvida que Sartre era un hombre sano, un hombre que no vivía en el trauma originario sino en el curso de la historia, que sabía que después de Auschwitz han corrido, siguen corriendo ríos de sangre, un hombre ante los ojos del cual seguían pasando cosas. Y que por eso también escribió en 1961: «Todos somos argelinos». Y en 1967: «Todos somos vietnamitas». Y en 1975: «Todos somos timorentes». Un hombre sano que hoy, 7 de abril del 2002, mientras Sharon ha cerrado los campos y ciudades palestinas para poder bombardearlas sin que nadie le moleste, hubiese escrito sin duda: «Todos somos palestinos».
Nelly Marzouka