Hezbollah, la respuesta de los oprimidos

Hezbollah, la respuesta de los oprimidos

Txente Rekondo
Rebelión
La demonización que algunos medios hacen de Hezbollah pretende evitar cualquier análisis sosegado y profundo sobre la compleja realidad que representa hoy en día dicho movimiento, sobre sus raíces ideológicas, su realidad político social y sobre todo sobre su proyecto para el Líbano. De ahí que las referencias a Hezbollah se presentan llenas de tópicos malintencionados, «grupo terrorista, fundamentalismo islámico, proyecto excluyente, iluminados chiítas, marioneta iraní» son algunos de los epítetos que utilizan para distorsionar la realidad y evitar un acercamiento académico al tema.

Hezbollah, la respuesta de los oprimidos

Txente Rekondo
Rebelión
La demonización que algunos medios hacen de Hezbollah pretende evitar cualquier análisis sosegado y profundo sobre la compleja realidad que representa hoy en día dicho movimiento, sobre sus raíces ideológicas, su realidad político social y sobre todo sobre su proyecto para el Líbano. De ahí que las referencias a Hezbollah se presentan llenas de tópicos malintencionados, «grupo terrorista, fundamentalismo islámico, proyecto excluyente, iluminados chiítas, marioneta iraní» son algunos de los epítetos que utilizan para distorsionar la realidad y evitar un acercamiento académico al tema.

Como bien han apuntado algunos analistas, la división del mundo entre «opresores y oprimidos» es la clave central para entender la acción política de Hezbollah. Tanto en su «carta abierta» de 1985, como en su programa electoral de 1992, su discurso se dirigía a «los oprimidos». Sin embargo es necesario señalar que contrariamente a lo que se presenta en ocasiones, esa división no guarda relación directa con la división entre musulmanes y no musulmanes, sino que los oprimidos lo son aquellos que «son marginados social y económicamente, oprimidos políticamente y reprimidos culturalmente», independientemente de «su identidad religiosa».

La ocupación militar israelí y el propio sistema libanés serán los mayores impulsores de la materialización de Hezbollah como «la respuesta de los oprimidos», de ahí que su análisis surja de una lectura de clase más que de una interpretación meramente islamista. Esa lectura de clase le permite englobar dentro del aparado de «oprimidos» a comunidades de otras religiones, al tiempo que rechaza alianzas como las que se formaron en Afganistán entre los mujahidines afganos, musulmanes ellos, y las fuerzas estadounidenses. Y sin embargo no oculta su solidaridad ideológica con aquellos que resisten la opresión en otras partes del mundo, bien sea contra el apartheid sudafricano, contra la ocupación británica en Irlanda o los palestinos contra el gobierno sionista. Y lejos de formas «ejes» o alianzas, Hezbollah aboga, en línea con su argumentación humanitaria, por la «unidad de la humanidad».

Carácter nacional

Sería ingenuo no reconocer no obstante el peso religioso que también se encuentra en Hezbollah. Desde su formación, la influencia ideológica de la revolución islámica de Irán ha tenido un protagonismo importante, de hecho las referencias hacia el país persa desde los dirigentes libaneses de Hezbollah están en sintonía con una relación profunda. Y si estas declaraciones se propagan sin cesar por los medios occidentales, pretendiendo con ello articular un discurso que pruebe la supuesta «dependencia y sumisión» hacia Teherán, también han señalado los dirigentes chiítas libaneses que su movimiento tiene una clara caracterización nacional, que no buscan «invadir otros países» y que aquellos modelos que son válidos en otras realidades, en clara referencia al velayat al-faqih iraní, no tienen por qué ser aplicables directamente en el Líbano.

Hezbollah ha sido definido en algunos medios como «un movimiento de resistencia basado con una agenda de lucha nacional contra la ocupación extranjera», que representa Israel. De ahí que además de luchar por la retirada de Israel de las granjas de Sheba y del Líbano, se ha convertido en un poderoso actor de la escena libanesa y colateralmente en una referencia para buena parte de la llamada «calle del mundo árabe», desde donde es vista simbólicamente como la única fuerza que derrotó a Israel, cuando el gobierno sionista tuvo que abandonar Líbano.

En estos momentos la dirección de Hezbollah está más fuerte que nunca, paralelamente el movimiento es «más nacionalista y libanés que nunca», su retórica nacionalista, las banderas del país ondeando junto a las amarillas del partido en sus movilizaciones, la demanda de excarcelación de los prisioneros libaneses en Israel o la reivindicación de las granjas de Sheba, son recibidos por buena parte de la población libanesa como demandas propias también.

Pero además la intención del gobierno de Tel Aviv de acabar con Hezbollah es inviable. El movimiento de masas que representa, según los cálculos más reservados, a más de un millón de libaneses no puede ser derrotado, a no ser que Israel busque la aniquilación completa de toda esa población.

Errores

El movimiento chiíta contra la ocupación lleva camino de alcanzar la cuarta generación, y en todo este tiempo de enfrentamiento asimétrico, el gobierno sionista ha sido incapaz de acabar con él. Buscar su desarme en estos momentos es utópico, los dirigentes de Hezbollah alegan que necesitan las armas para defenderse de posibles ataques sectarios o de Israel, o por si alguna fuerza tiene la tentación de desarmarlos y volverles a mandar al infierno que ya padecieron en el pasado.

Tanto Israel como EEUU deben aprender de sus errores y evitar volver a cometerlos. Washington está tentado para utilizar a los movimientos sunitas más radicales para desestabilizar a Hezbollah (lo que le puede acabar por desestabilizar la zona en su conjunto), mientras que Tel Aviv debería evitar sus esfuerzos para provocar una guerra civil en el Líbano (como lo busca en Palestina) y lograr un régimen títere en Beirut.

Las acciones bélicas de Israel no tienen ninguna justificación legal, su postura deshonesta alcanza un peldaño más cuando exige a los demás que cumplan las resoluciones de Naciones Unidas, cuando ellos llevan años ignorando las mismas y agrediendo e invadiendo países vecinos. Israel lleva tiempo creyendo, en línea con su política unilateral, que puede seguir masacrando a las poblaciones civiles sin recibir ninguna respuesta. Ya lo señaló recientemente Hassan Nasrallah, «nuestras casas no serán las únicas destruidas, ni nuestros niños serán los únicos que mueran».

Como ha señalado estos días un profesor universitario libanés que vive en París, «Israel es la mayor fuente de desestabilización en la región, con su postura arrogante, similar a la actitud de EEUU en Iraq». La llamada comunidad internacional debe poner fin a esa política «preventiva y criminal» que desde hace años practica impunemente Israel, y debe hacerlo canalizando las negociaciones entre las partes, pero impidiendo que éstas sean una concesión más al colonialismo sionista en la región. Israel debe acabar con la ocupación en Líbano y en palestina, ambas partes deben acceder al intercambio de prisioneros y buscar la vía que permita la paz acabe instalándose definitivamente en la región.

Si EEUU e Israel deciden continuar con la guerra, Hezbollah utilizará la misma dialéctica que éstos han utilizado hasta ahora, y afirmarán que «no podemos desarmarnos porque Israel es todavía una amenaza para el Líbano». Y el tiempo siempre corre contra los ocupantes, pues como señala un militante de Hezbollah, «nos costó veintidós años expulsar a Israel del Líbano, tal vez cueste otros cuarenta hacerlo de la Palestina ocupada». Pero lo que es evidente que «esa profecía» puede acabar por cumplirse.

TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=35153

26 de Julio de 2006